jueves, 19 de noviembre de 2015

La partitura que ha acompañado a Irwin Hoffman durante 71 años


El pasado viernes 30 de octubre, los asistentes al concierto Alegre Seducción vibraron y se estremecieron cuando la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia interpretó el Bolero de Maurice Ravel, una obra que propone un crescendo sonoro majestuoso; una composición que enamora en el primer compás.

En aquella oportunidad, los músicos de la Orquesta tuvieron el privilegio de ser dirigidos por el maestro Irwin Hoffman, quien fue director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia a lo largo de tres extraordinarias temporadas a partir del 2000. Hoffman, el señor canoso y risueño, que desde muy joven se entregó en cuerpo y alma a la música, no utiliza batuta para dirigir a los músicos y en muchas ocasiones ya no coloca partitura alguna en el atril, y si lo hace, permanece cerrada; su memoria se ha convertido en un inmenso y valioso archivo de obras, movimientos y compases. Así, sin batuta ni partitura, el maestro dirigió el inigualable Bolero.


Lo que pocos saben o muchos desconocen, es que el maestro Hoffman a quien no le falla la memoria y quien puede dirigir a ciegas la obra de Ravel, carga consigo una partitura de esta composición, que tiene hace 71 años. A pesar de que el papel ya está un poco gastado y decolorado por el paso de los años, se visualizan perfectamente las notas del Bolero y la fecha en la que llego a manos de Hoffman: 1944. 


A la corta edad de 17 años, Hoffman ganó un concurso para dirigir la Orquesta de Filadelfia. Desde ese momento, supo que se convertiría en director. Poco tiempo después, cuando ya había comenzado sus estudios, prestó el servicio militar y fue soldado de la segunda guerra mundial.

“Durante uno de los momentos más duros de la guerra, fuimos a París. En ese momento se estaba presentando uno de los músicos más destacados de la época. Yo tuve la oportunidad de ir a verlo. Muchas personas no entendían porque un soldado norteamericano se encontraba en un evento artístico, en vez de estar peleando. Yo sabía que ahí podía conseguir una copia de la partitura de una de las obras que más me gustan, el Bolero de Ravel. Y pude lograrlo. Pedí una copia de la partitura y todavía la tengo, la uso, la conservo” cuenta Hoffman.

Después de 71 años de haberla adquirido, aún la lleva con él, como una especie de amuleto, a los conciertos en los que va a interpretar la majestuosa pieza. Y aunque no la utiliza en el momento de dirigir, la repasa, la mira una y otra vez y la tiene cerca. Al momento de preguntarle por la partitura y su historia, el maestro Hoffman se llena de orgullo, señala la esquina donde se encuentra la fecha y dice, sin nosotros preguntarle, que le tomemos una foto a la partitura, que ahora más que un papel, es un contenedor de recuerdos e historias.


“Esa partitura representa muchas cosas, pero en especial combina dos sentimientos. Uno, la nostalgia de recordar esa época cuando era soldado y faltaba poco para que la guerra acabara, y dos, haberla adquirido en la ciudad donde se escribió. Representa muchas emociones cuando miro para atrás en el tiempo” dice Hoffman con nostalgia.

El hecho de conservar una partitura tan antigua refleja la entrega del maestro a la música, a su mayor pasión, la que fue, es y será su vida entera. Con el paso de los años, el bolero del compositor francés se convirtió en una melodía infaltable en su repertorio y, más que eso, en una pieza fundamental de la banda sonora de su vida, una vida admirable.


*Especiales
Camila Alicia Ortega
Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia

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