martes, 20 de octubre de 2015

El compositor que rompió con todos los estándares musicales del siglo XX, Gustav Mahler

Para algunos Gustav Mahler fue quien acabó con los esquemas sinfónicos del romanticismo, para otros fue el hombre que advirtió sobre los desastres catastróficos que se vivirían durante el siglo XX y para unos cuantos fue el compositor que se atrevió a ser más humano, a proclamar la necesidad de cambio, de libre albedrío.

Pero todas las opiniones que se han hecho a través de los años sobre Mahler tienen algo en común, cada una de ellas lo tilda como el compositor que se atrevió adelantarse a su época para crear un testimonio de la grandeza del ser humano hecha sinfonía.

Gustav Mahler siempre indicaba que la sinfonía debía ser un mundo capaz de abrazar absolutamente todo, por lo que sus obras son reconocidas por su aire místico y misterioso, que dan la sensación de tratar problemas existenciales.

Las sinfonías de este compositor nacido en Bohemia (República Checa), siempre han estado caracterizadas por el manejo de instrumentos de viento y percusión que algunas veces han ido acompañados por grandiosas secciones corales como el caso de la sinfonía 2,3, y 8 o en el caso de la cuarta sinfonía donde el cierre del último movimiento es hecho por la voz de la soprano, que le da un toque humano.

A raíz de sus armonías disonantes que siempre parecían ser conducidas por un hilo de tristeza, las composiciones con largas duraciones de Mahler no fueron puramente aceptadas hasta tiempo después de su muerte como el mismo había predicho en alguna ocasión. Pues fue solo hasta el final de la segunda Guerra Mundial, cuando los directores Bruno Walter y Otto Klemperer cooperaron para que las sinfonías de Mahler empezarán a hacer parte del repertorio orquestal de la época.

Pero lo cierto es que antes de que esto sucediera se creó una corriente de hostilidad hacia la música del compositor, haciendo que este no fuera reconocido durante el siglo XX por sus obras si no por ser un magnífico director de orquesta.

Mahler inició su carrera como director en pequeñas localidades, siendo contratado en 1888 como director de la Ópera de Budapest, para ser nombrado cuatro años después director de la Ópera de Hamburgo, convirtiéndose en 1897 en el director de la Ópera de Viena, cargo que ocupó durante 10 años y tal vez el más importante que tuvo.

Se dice que el compositor mostraba en gran parte de sus obras una tragedia interior basada en sus conflictos religiosos, los cuales habrían surgido en el momento que aceptó convertirse al catolicismo luego de que la Ópera de Viena se lo pusiera como condición para entrar a dirigir su orquesta.

De este modo Mahler tenía una doble condición para que  sus obras fueran rechazadas, era judío y sus composiciones eran modernas, razón suficiente para ser juzgado en aquel entonces. Lo que nadie de la época se imagino jamás fue que 50 años después de su muerte este compositor desmeritado por la mayoría, sería reconocido mundialmente en el siglo XXl por sus excelentes y destacadas composiciones.

Gustav Mahler renunció a su labor como director de la Orquesta de Viena debido a problemas cardíacos y a la muerte de su hija María, lo que lo hizo tomar la decisión de aceptar el cargo de director en la Metropolitan Ópera House, en nueva York, lugar donde vivió hasta 1911, año en que enfermó y decidió regresar a Viena, para vivir sus últimos días.   

Fueron diez las sinfonías compuestas por Gustav Mahler, resaltando la última que quedó inconclusa debido a que murió antes de terminarla, lo que no ha parecido ser un inconveniente para que orquestas de todo el mundo la hayan interpretado incontables veces.

Pero la sinfonía que marco un antes y un después en las composiciones de Mahler fue la quinta, debido a que es considerada la primera obra de madurez del compositor, por su gran sentido humano. Fue desde la creación de esta sinfonía, que las composiciones de Mahler empezaron a ser reconocidas por el aire de tragedia que imponían.

La obra está comprendida por cinco movimientos. En una primera instancia el compositor hace reflexionar al oyente sobre la inminencia de la muerte, una dramática marcha fúnebre, la cual expresa dolor y tristeza y no está libre de cierto sarcasmo.

Acordes disonantes y ritmos incisivos abren el segundo movimiento. La primera parte expresa violencia y desesperación que el maestro enfatiza con ecos de la marcha fúnebre. Un sentimiento de optimismo llega de manera sorpresiva a través de un coral asignado inicialmente a la sección de vientos.  El movimiento termina con el regreso de la oscuridad y la desintegración temática de la marcha fúnebre.

Pasando a un segmento de la sinfonía donde se hace uso de la polifonía, la cual remite a la glamurosa Viena, hasta que llega al estado de amor puro, es una declaración de amor de Gustav Mahler a su esposa Alma Schindler, quien se destacaba por ser una mujer brillante y poseedora de una belleza embrujadora.

La obra concluye con sonidos de la naturaleza,  los cuales evocan a sus primeras cuatro sinfonías y que terminan por darle cierta frescura a la obra. Así, esta es una de las obras en donde el compositor ofrece una clase magistral sobre la variación temática, en donde hace una combinación simultánea de ideas independientes, razón por la cual Mahler nunca llegó a estar totalmente satisfecho con la orquestación, la cual reviso numerosas veces hasta el día de su muerte.

*Sonidos ingenuos 
Mariana Medina

Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia 


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