Para algunos Gustav
Mahler fue quien acabó con los esquemas sinfónicos del romanticismo, para otros
fue el hombre que advirtió sobre los desastres catastróficos que se vivirían
durante el siglo XX y para unos cuantos fue el compositor que se atrevió a ser
más humano, a proclamar la necesidad de cambio, de libre albedrío.
Pero todas las
opiniones que se han hecho a través de los años sobre Mahler tienen algo en
común, cada una de ellas lo tilda como el compositor que se atrevió adelantarse
a su época para crear un testimonio de la grandeza del ser humano hecha
sinfonía.
Gustav Mahler siempre
indicaba que la sinfonía debía ser un mundo capaz de abrazar absolutamente todo, por lo
que sus obras son reconocidas por su aire místico y misterioso, que dan la
sensación de tratar problemas existenciales.
Las
sinfonías de este compositor nacido en Bohemia (República Checa), siempre han
estado caracterizadas por el manejo de instrumentos de viento y percusión que
algunas veces han ido acompañados por grandiosas secciones corales como el caso
de la sinfonía 2,3, y 8 o en el caso de la cuarta sinfonía donde el cierre del
último movimiento es hecho por la voz de la soprano, que le da un toque
humano.
A
raíz de sus armonías disonantes que siempre parecían ser conducidas por un
hilo de tristeza, las composiciones con largas duraciones de Mahler no fueron
puramente aceptadas hasta tiempo después de su muerte como el mismo había
predicho en alguna ocasión. Pues fue solo hasta el final de la segunda Guerra
Mundial, cuando los directores Bruno Walter y Otto Klemperer cooperaron para
que las sinfonías de Mahler empezarán a hacer parte del repertorio orquestal de
la época.
Pero
lo cierto es que antes de que esto sucediera se creó una corriente de
hostilidad hacia la música del compositor, haciendo que este no fuera
reconocido durante el siglo XX por sus obras si no por ser un magnífico
director de orquesta.
Mahler
inició su carrera como director en pequeñas localidades, siendo contratado en
1888 como director de la Ópera de Budapest, para ser nombrado cuatro años
después director de la Ópera de Hamburgo, convirtiéndose en 1897 en el director
de la Ópera de Viena, cargo que ocupó durante 10 años y tal vez el más
importante que tuvo.
Se
dice que el compositor mostraba en gran parte de sus obras una tragedia
interior basada en sus conflictos religiosos, los cuales habrían surgido en el
momento que aceptó convertirse al catolicismo luego de que la Ópera de Viena se
lo pusiera como condición para entrar a dirigir su orquesta.
De
este modo Mahler tenía una doble condición para que sus obras fueran
rechazadas, era judío y sus composiciones eran modernas, razón suficiente para
ser juzgado en aquel entonces. Lo que nadie de la época se imagino jamás fue
que 50 años después de su muerte este compositor desmeritado por la mayoría,
sería reconocido mundialmente en el siglo XXl por sus excelentes y destacadas
composiciones.
Gustav
Mahler renunció a su labor como director de la Orquesta de Viena debido a
problemas cardíacos y a la muerte de su hija María, lo que lo hizo tomar la
decisión de aceptar el cargo de director en la Metropolitan Ópera House, en
nueva York, lugar donde vivió hasta 1911, año en que enfermó y decidió
regresar a Viena, para vivir sus últimos días.
Fueron
diez las sinfonías compuestas por Gustav Mahler, resaltando la última que quedó
inconclusa debido a que murió antes de terminarla, lo que no ha parecido ser un
inconveniente para que orquestas de todo el mundo la hayan interpretado
incontables veces.
Pero
la sinfonía que marco un antes y un después en las composiciones de Mahler fue
la quinta, debido a que es considerada la primera obra de madurez del
compositor, por su gran sentido humano. Fue desde la creación de esta sinfonía,
que las composiciones de Mahler empezaron a ser reconocidas por el aire de
tragedia que imponían.
La obra
está comprendida por cinco movimientos. En una primera instancia el compositor
hace reflexionar al oyente sobre la inminencia de la muerte, una dramática
marcha fúnebre, la cual expresa dolor y tristeza y no está libre de cierto
sarcasmo.
Acordes
disonantes y ritmos incisivos abren el segundo movimiento. La primera parte
expresa violencia y desesperación que el maestro enfatiza con ecos de la marcha
fúnebre. Un sentimiento de optimismo llega de manera sorpresiva a través de un
coral asignado inicialmente a la sección de vientos. El movimiento
termina con el regreso de la oscuridad y la desintegración temática de la
marcha fúnebre.
Pasando
a un segmento de la sinfonía donde se hace uso de la polifonía, la cual remite
a la glamurosa Viena, hasta que llega al estado de amor puro, es una
declaración de amor de Gustav Mahler a su esposa Alma Schindler, quien se destacaba
por ser una mujer brillante y poseedora de una belleza embrujadora.
La
obra concluye con sonidos de la naturaleza, los cuales evocan a sus
primeras cuatro sinfonías y que terminan por darle cierta frescura a la obra.
Así, esta es una de las obras en donde el
compositor ofrece una clase magistral sobre la variación temática, en donde
hace una combinación simultánea de ideas independientes, razón por la cual
Mahler nunca llegó a estar totalmente satisfecho con la orquestación, la cual
reviso numerosas veces hasta el día de su muerte.
*Sonidos ingenuos
Mariana Medina
Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia
No hay comentarios:
Publicar un comentario